Durante un juicio en un pequeño pueblo
andaluz, el abogado de la acusación, llamó al estrado a su primera testigo.
Era una mujer de buena posición social, y
muy avanzada edad.
Un consejo:
Los abogados presentes en un juicio,
jamás deberían hacer una pregunta a una abuela pueblerina, si no se encuentran
preparados, para digerir bien la respuesta.
Continuemos.
El abogado se acercó al estrado y le
preguntó a la testigo:
- Sra. Fortunata: ¿Sabe usted
quién soy yo?
La señora lo mira a la cara, fija su
mirada en sus facciones, y a continuación responde:
- ¡¡¡Sí, claro que lo conozco señor
Sánchez!!! Lo conozco, desde que era usted un niño y francamente le digo, que
usted resultó ser, una gran decepción para sus padres.
Siempre miente compulsivamente, cree
saberlo todo, sobre todo, es muy prepotente, abusivo, engaña a su esposa y lo
peor de todo, manipula a las personas para conseguir sus oscuros objetivos.
Además, se cree usted el mejor de todos,
cuando en realidad, es un pobre hombre que no es feliz. Lo que vulgarmente
llamamos, un pobre e infeliz diablo.
Sí, lo conozco; claro que lo conozco...
¡Desgraciado!
El Abogado de la acusación, se quedó
perplejo, sin saber exactamente qué hacer.
Posteriormente, apuntando con su dedo índice
hacia la sala, le preguntó de nuevo a la Sra. Fortunata:
- ¿Señora Fortunata, conoce usted
al abogado de la defensa?
Nuevamente, (como ya hizo antes) se quedó mirando las facciones del abogado defensor y dijo:
- ¡¡¡Claro que sí!!! ¡¡¡También conozco
al señor Pérez!!!
Desde que era un niño, por cierto.
Él, es un flojo y un gandul, es bastante
raro, y tiene graves problemas con las bebidas alcohólicas.
No puede tener una relación normal con
nadie (es incapaz de amar) y es el peor abogado, que alguien puede contratar
para su defensa.
Todo esto sin mencionar, que engañó a su
esposa con tres mujeres diferentes, una de ellas, era su esposa. ¿Lo recuerda
cornudo?
Sí, yo conozco perfectamente al Sr.
Pérez. Su madre tampoco está orgullosa de él. Es más, se avergüenza de él muy a
menudo.
El abogado de la defensa, casi cae muerto
al escuchar la declaración de la señora Fortunata.
Entonces el señor Juez, llama rápidamente
a los dos abogados, para que se acerquen con presura al estrado, y acercándose
a ellos, en voz baja, les dice a ambos...
- Si alguno de ustedes, tiene cojones, de
preguntarle a esa vieja si me conoce, juro por Dios, que los mando a la silla
eléctrica.
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