Un médico, llega con su coche a Lepe y va con el depósito de
gasolina en reserva.
Se dirige a la estación de servicio más cercana, para llenar
el depósito de combustible.
La gasolinera estaba vacía. No se veía a nadie despachando
combustible, así que, empieza a tocar el claxon y aparece un joven que le
informa de la situación:
- Señor, no va a venir nadie a atenderle. ¡Nadie!
Se murió la hija del dueño de la estación, y están todos los
del pueblo en el velatorio.
El médico -que tiene una agenda que cumplir- piensa…
- ¡¡¡Qué
putada más grande!!! ¿Y ahora qué hago?
Así que decide irse al velatorio, a ver si puede solucionar
algo.
Al llegar, se acerca a la caja, se queda observando seriamente
a la muchacha, y detecta algo raro que lo pone en alerta.
Seguidamente, llama al padre de la difunta y le dice en voz
baja:
- Oiga señor, disculpe que le moleste. Resulta que yo soy
médico de cabecera, y observando a esta mujer, me he dado cuenta de que no está
muerta.
¡Esta señorita está en estado catatónico!
- ¿Que está en estado catatónico? ¿Qué es eso doctor?
Contestó el padre.
El médico, -tratando de explicarle de forma serena- le dijo
al padre de la supuesta difunta…
- Es como si estuviese muerta, pero sin estarlo. ¿Tiene novio la chica señor? Lo digo por buscar remedio a esta
dolorosa situación.
El padre, -que aun tenía los ojos llorosos- le contesta…
- Sí, tenía novio desde hace un par de años.
Entonces, el
doctor le dice al dolorido padre:
-Bueno señor, que lleven el cuerpo de su hija a una
habitación, y que su novio le haga el amor apasionadamente.
El padre asombrado y con los ojos como platos contesta…
- ¿En serio doctor, está usted seguro de lo que dice?
El médico se reafirma en lo dicho y contesta…
- Sí, llévenla a la habitación y que el novio le meta un buen
revolcón a la chavala.
Llaman al novio, este la coge dulcemente de la caja, se lleva
a la semi muerta a la habitación, la desnuda, le hace el amor fogosamente durante
toda la noche, y a la mañana siguiente…
¡La joven resucita!
¡La joven resucita!
La chica volvió en sí muy contenta y animada. Con una sonrisa
de oreja a oreja, y unos coloretes que parecían maquillados.
Todos los del pueblo festejan alegremente el suceso.
Le
llenan el depósito de gasolina al coche del médico y éste, prosigue su viaje de
visitas médicas.
Después de quince días, el médico regresa al pueblo a ver
cómo estaba la chica, para saludar también a la simpática gente, y cargar de
nuevo gasolina en el depósito del coche.
Va a la estación de servicio, toca el claxon, y aparece el
mismo muchachito -de la vez anterior- muy alterado.
-¡Doctor, menos mal que volvió usted!
Hace una semana se murió Don Raúl, -el cura- ya se lo han
tirado la mitad de los hombres del pueblo y…
¡¡¡Todavía no ha resucitado!!!!
Moraleja:
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