Un
mariquita madrileño de 35 años, sale de viaje de vacaciones y se marcha —sin su
pareja— a disfrutar de las playas del Caribe.
A
su regreso a Madrid, se da cuenta, de que no le ha comprado el loro yaco de
cola roja, que su pareja le pidió que le trajese, al regresar de su viaje al caribe.
Preocupado por el compromiso adquirido con su pareja, decide ir a una tienda de
animales exóticos que hay cerca de donde está él.
Al entrar en la tienda, comprueba que no tienen ni un solo loro
yaco de cola roja, pero, tienen un búho gris de grandes ojos, que casualmente
tiene la cola roja.
Dado
que no tienen otro tipo de ave más idónea para su regalo, decide comprarle a su
pareja el búho gris de cola roja.
Al
llegar a casa con la jaula y el búho, su pareja se pone tan contento, que no
para durante un largo tiempo, de darle achuchones, hacerle arrumacos y darle
besos sin parar.
Colocan
la jaula en una percha para ese tipo de jaulas y empiezan a decirle cosas al
búho como si este fuese un loro yaco.
Pasan
y pasan los días, y el búho sigue sin decir una sola palabra que les dé ánimos
para seguir enseñándole más vocabulario.
Pasado
un tiempo, el mariquita tiene que salir nuevamente de viaje y este, está fuera
de Madrid durante tres meses. A su regreso, al llegar a casa de nuevo, le
pregunta a su pareja.
— Cielo... ¿Ha empezado a hablar ya
el loro?
Su pareja —desesperada— le contesta al
mariquita...
— Hablar, lo que es hablar, no dice ni una palabra. Ahora sí...
¡¡¡Si
vieras lo atento que está a todo lo que hago en el piso!!!
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