A
primeras horas de la mañana, de un domingo de febrero en Sevilla, había una panadería -de una de las calles
comerciales del centro histórico de la ciudad-, con una cola inmensa de gente a
sus puertas.
La
panadería se encontraba cerrada, y todo el que llegaba a la cola, pedía la vez
y aguardaba su turno. De pronto, llega una mujer
mayor pidiendo paso a las personas de la cola, hasta ponerse justo la primera
de la fila, justo delante de la misma puerta de entrada a la panadería.