Estaban
en un restaurante almorzando, una madre, con su hijo de tres años.
En
un descuido de la madre, el niño se mete una moneda de un céntimo en la boca y
se atraganta.
La
madre angustiada, intenta hacerle expulsar la moneda golpeándole la espalda,
dándole palmadas en el cuello, sacudiéndolo, poniéndolo boca abajo, todo sin
éxito.
Pasan
los minutos, y el niño comienza a dar muestras de asfixia. La madre,
desesperada, comienza a dar gritos pidiendo auxilio.
Un
señor se levanta de una de las mesas cercanas, y con pasmosa tranquilidad, sin
decir palabra alguna, aparta a la madre, le baja los pantalones a la criatura,
toma sus pequeños testículos con su mano derecha, los aprieta con fuerza, y
tira hacia abajo con suma violencia.
Automáticamente,
el niño (ante el dolor irresistible que siente) escupe la moneda con fuerza, y
el señor, con la misma pasmosa tranquilidad con la que se acercó a ellos,
regresa a su mesa sin decir palabra.
Al
rato, la señora, ya tranquilizada, se acerca para agradecerle que haya salvado
la vida a su hijo, y asombrada le pregunta:
-
¿Es
usted médico? ¡Le estoy muy agradecida!
-
No
señora, ¡Por Dios! ¡Ya quisiera yo!
SOY
FUNCIONARIO DE HACIENDA experto en tocar los
cojones a las personas, hasta sacarles el último céntimo.
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