Un
día de primavera, decidí llevar a mi mujer a almorzar a un restaurante de las
afueras de Madrid.
Estábamos
entrando hacia la zona de mesas, cuando de repente, sentí un fuerte retortijón
de tripas.
Le
dije a mi mujer que me perdonase, que ella fuese cogiendo la mesa, pero que tenía que ir al aseo urgentemente.
Cuando
iba al aseo, observe que otra persona
también venía detrás de mí, al entrar al aseo,
me dirigí hacia los lavabos para lavarme las manos y observé, como el otro
señor, ocupaba uno de los dos habitáculos destinados a dar de cuerpo.
Eran
unos de esos habitáculos, que no llegan hasta el techo, y dejan ver tus pies,
por debajo de las puertas y separaciones entre los mismos.
Yo
lógicamente, entré apresuradamente en el otro, pero de repente, oigo que me
dicen desde el habitáculo de al lado:
-
¡Hola!
Yo
seguí prudentemente callado, pero el tipo que está junto a mí, vuelve a decir:
-
¡Hola! ¿Me escuchas?
Yo,
para no hacerme rogar y parecer un mal educado, le conteste:
-
¡Hola! ¿Vamos a conversar?
El
tipo de al lado, inmediatamente me contestó:
-
¿Como estas?
Yo,
un poco abrumado por la insólita situación que estaba viviendo, conteste:
-
Bueno, un poco cansado, y con fuerte dolor de barriga, gracias.
El
tipo, continúa la conversación conmigo y me dice:
-
¿Qué haces?
Yo
ya estaba, totalmente intrigado y pensaba en voz baja… ¿Cómo puede haber gente,
tan rara y pelmaza en este mundo?
Y
seguidamente, le contesté un poco mosqueado:
-
¿Y qué crees tú que voy a estar haciendo? ¡¡¡Coño, lo mismo que tú!!! ¡¡¡CAGANDO!!!
Inmediatamente
después, oigo al tipo decir mosqueado:
-
¡Cielo, mi vida, tengo que colgar! ¿Vale? Te llamo después, porque tengo a un
imbécil cagando a mi lado, que esta contestando a todas las preguntas que yo te
hago a ti. ¡¡¡Un beso!!!
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