En
una aldea gallega, un loro yaco con la cola de color rojo vivo, entra volando
en la casa de un muchacho de 20 años, campesino, con cuerpo escultural y que
vive solo. Vuela por la casa, se posa en su hombro, y le dice:
-Si
me das 20 pipas ahora y 20 después, cabrón, te consigo una ardiente y bella mujer,
para que hagas el amor con ella.
-¿Estas
de broma, loro mamón?
-¡No!
Yo sé perfectamente, cuando tienen ganas de tener sexo las guarrillas, puedo
olerlas.
El
joven acepta, le da las 20 pipas al loro, el loro se las come rápidamente, y después
le dice el joven.
-Venga,
vete a buscar a esa bella mujer. ¡Estoy impaciente!
El
loro se va volando, se posa en la valla del huerto del joven, y al rato, pasa
una veinteañera por su lado, y le dice:
-¿Quieres
echar un buen polvo Carmina?
-¡¡A
tu madre, le vas a echar un polvo, puto loro!!
-¡No
te pongas así, bonita! Yo sólo repito,
lo que me dijo el Antonio, que te dijera al pasar. Por cierto… dijo que estas tan buena, y que le
gustan tanto tus tetas, que te echaría cinco o seis buenos polvos, sin sacarla
siquiera. ¡¡Yo creo que exagera!!
La
muchacha, ruborizada y enojada por lo que acaba de escuchar, llama a la puerta
de la casa de Antonio.
Este,
abre la puerta con el torso descubierto, enseñando su firme musculatura, de joven
campesino, curtido en el duro quehacer del campo.
-¿Qué
quieres Carmina? Te noto muy alterada.
-¿Le
mandaste tú al loro, decir las tonterías que me dijo?
Piénsate
bien lo que respondes Antonio, ya sabes
que mi marido, es Manolo, el capador de animales.
-¡¿Yo?!
Es él, el loro, dice que nota cuando una
mujer, tiene ganas de tener sexo con hombres… que él las huele.
-¿Tengo
yo, cara de pasar necesidades sexuales? ¿O de oler a caliente?
-¡Yo
qué sé Carmina! Ahora bien… una cosa es cierta, aún siendo la mujer del capador
de la aldea, si tú tuvieras ganas de sexo, te echaba media docena sin sacarla
siquiera. ¡Me tienes loco!
Carmina,
viendo que el joven está buenísimo, y que lleva meses a pan y agua, se mete corriendo
en casa de Antonio y sale dos horas más tarde, cantando, y totalmente
satisfecha.
Entonces
entra el loro y le dice al joven:
-Llegó
la hora de mis otras 20 pipas, cabrón.
Antonio
le da las gracias, las pipas acordadas, y le dice:
-¿Quién
coño te enseñó a decir cabrón?
-A
ti que mierda te importa, cabrón.
Al
día siguiente, aparece de nuevo el loro, y Antonio le dice al verlo:
-Hoy
quiero que me traigas, a una mujer que sea especial.
-Como
tú digas, cabrón… pero hoy serán, el doble de pipas.
-Vale,
dijo Antonio.
Poco
después llaman a la puerta, Antonio abre de nuevo a torso descubierto, y en la puerta
está Ambrosia, una vieja jorobada, fea como un demonio, tuerta, coja, y que le
dice con ímpetu:
-Tira
pa dentro guapetón, si no quieres que Manolo el capador, sepa que ayer te
tiraste a su mujer.
Tres
horas más tarde, sale la vieja con una sonrisa de oreja a oreja, el loro se
posa en su hombro, y le dice:
-Ambrosia…
¿Me tienes las pipas preparadas?
- Las tengo, cabrón.
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